La Luna emerge atrayente y enigmática en un paisaje oscuro, reflejado nuestros temores y esperanzas. A lo lejos, apenas podemos distinguir nuestro propio camino, pero estamos seguros de que encontraremos desafíos y sorpresas a lo largo del recorrido.
Los dos perros aullando a la Luna se colocan frente a nosotros y representan nuestros instintos animalistas y primarios. Por lo tanto, debemos actuar con cautela y control para mantener nuestra racionalidad y no perdernos en la inmensidad del cielo nocturno. Uno de los perros parece más feroz que el otro, por lo que debemos evitar su camino para preservar nuestra integridad física y mental.
El perro simboliza nuestra consciencia, mientras que el lobo representa nuestro subconsciente. Es por eso que debemos caminar con mucho cuidado entre ellos, ya que ambos tienen mucho que enseñarnos. La langosta emergiendo de la poza simboliza nuestro estado emocional, añorando la estabilidad y la calma que nos cuesta encontrar.
La Luna nos recuerda que debemos ser precavidos en cada paso que demos, ya que las apariencias engañan.
La Luna cumple su función en los momentos más ambiguos del día, durante el amanecer, el atardecer o el crepúsculo. Son esas horas en las que la oscuridad se aproxima y nos sumerge en un mar de emociones inciertas, donde podemos sentirnos bien, tristes, nostálgicos o desorientados. Es por eso que es vital estar alerta en todo momento.
En ocasiones nos sentimos solos y melancólicos, pensando si realmente sabemos lo que queremos. Nos atrapamos en un abismo entre la realidad y lo irreal, entre el pasado y el presente, todo parece confuso: la luz y la oscuridad, la tristeza y la angustia, lo tangible y lo intangible.
Sin embargo, la Luna es un símbolo poderoso de lo femenino y está conectada con nuestra intuición y nuestro ser interno.
¡Pero no todo es negativo! Si eres un artista en busca de inspiración, la Luna puede ser el faro que te guíe hacia la luz.
