Recientemente, asistí al Museo Guggenheim Bilbao con mi hija Margarita para descubrir la primera gran exposición dedicada a Hilma af Klint, una artista que siempre me ha cautivado. La muestra es verdaderamente asombrosa.
La exhibición reúne 110 piezas claves de sus Pinturas para el templo y obras posteriores, donde destaca el empleo de la geometría, junto a acuarelas y cuadernos de notas que reflejan su evolución en la última etapa de su vida. Profundamente influenciada por sus creencias espirituales, en particular el espiritismo, la teosofía y la antroposofía, para ella el arte era un medio de conexión con dimensiones más allá de lo visible, explorando lo invisible y lo desconocido a través de formas y colores únicos.
La mística y creadora sueca Hilma af Klint es reconocida como pionera de la pintura abstracta y esotérica, mostrando un intenso interés por lo espiritual y la existencia más allá de la vida. ¿Cómo visualizaba estas experiencias? Hilma emprendió diversos caminos. Inicialmente, participó en sesiones de espiritismo, muy en boga en su tiempo, donde pintaba en un estado de trance, similar al de la escritura automática de los surrealistas.
El teósofo Rudolf Steiner, tras admirar muchas de sus obras, elogió su calidad artística y espiritual. Sin embargo, le aconsejó mantener estos cuadros en secreto durante 50 años, prediciendo que no serían comprendidos. Ella aceptó su consejo.
La exposición es tan magnífica que estuvimos allí a primera hora de la mañana junto con la nueva directora del museo, Miren Arzalluz, y regresamos por la tarde. ¡El Guggenheim es impresionante!
Para cerrar mi visita a la obra de Hilma af Klint, la pieza que más me impactó y tiene un significado especial para mí es esta (la 1ra foto). Aunque muchas otras me conmovieron, ninguna tanto como «Evolution, No 11». Me atrapó de manera particular.
Al contemplarla, reflexioné sobre cómo llegamos a este mundo con una misión, equipados con las herramientas y coordenadas necesarias para cumplirla. Si logramos nuestro propósito, es el fruto de nuestra existencia, el resultado de nuestra vida. Veo esto representado en los huevos dentro del corazón, simbolizando nuestra misión de vida y procreación, reflejando el núcleo de nuestra capacidad de amar, cuidar y crear. Tantos huevos, tantos descendientes, ya nacidos o no.
Para mí, representan la cantidad de otros seres humanos que traemos al mundo y de quienes somos responsables, a quienes llamamos «hijos». Estos «otros seres» se convierten en una extensión de nuestra misión y en nuestra manera de participar en el ciclo eterno de la evolución espiritual, sirviendo siempre de puente entre lo divino y lo terrenal.
La exposición me ha fascinado por completo ya que admiro profundamente a la artista y su obra. Me inclino ante el talento de Hilma af Klint y el impresionante legado de obras artístico-espirituales que dejó atrás.
Carolina de Pedro ♥ 30/11/ 2024
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