Hilma af Klint. Exposición Guggenheim Bilbao Museoa 18.10.2024 – 02.02.2025

Cuando la artista sueca Hilma af Klint (1862–1944) dio inicio a su aventura creativa con pinturas radicalmente abstractas en 1906, nadie estaba preparado para lo que estaba por venir. Sus obras eran valientes, llenas de color y sin ninguna referencia reconocible al mundo físico. Ella fue pionera en liberar el arte de su contenido representativo, algo que otros artistas tardarían en hacer.

Af Klint apenas mostró sus pinturas al público y, con la creencia de que el mundo aún no estaba preparado, dejó instrucciones de que sus obras no se exhibieran hasta después de su muerte, esperando un plazo de veinte años.

Sin embargo, su trabajo permaneció en la sombra hasta 1986, cuando finalmente obtuvo el reconocimiento que merecía. En las últimas décadas, las pinturas y obras en papel de Hilma af Klint han sido objeto de un merecido interés.

En el año de 1896, la talentosa pintora se unió con un grupo de valientes mujeres para dar vida a «De Fem» o «Las Cinco», una hermandad inigualable. Estas damas, conformadas por Sigrid Hedman, Cornelia Cederberg, Mathilda Nilsson, Anna Cassel y Hilma af Klint, se sumergieron en sesiones de meditación y espiritismo. Cada viernes, se reunían con el fin de conectarse con seres celestiales provenientes de otras dimensiones, quienes les enviaban mensajes.

Estas mujeres talentosas, a través de la pintura y la escritura automáticas, plasmaban estos mensajes divinos. Hilma, en particular, se destacaba como la líder del grupo en estas impactantes sesiones espirituales, ya que tenía el don de canalizar y recibir estos mensajes incluso estando plenamente consciente.

En una de estas sesiones, los Altos Maestros, denominación que otorgaron a sus guías, les encomendaron una misión: mostrar al mundo lo que habían presenciado en aquella dimensión espiritual. Si bien las amigas rechazaron esta tarea, Hilma af Klint, valiente y decidida, aceptó el reto y así dió inicio a su primera serie de cuadros abstractos, la aclamada «Las pinturas para el templo».

En esa época se obró un milagro, donde el talento y la trascendencia se entrelazaron de manera majestuosa, guiando a Hilma af Klint en un viaje que traspasó los límites del mundo conocido. Sus obras maestras, creadas con el corazón y la intención más pura, han iluminado nuestras vidas y nos han transportado a un reino donde lo divino se mezcla con lo terrenal.

Una obra mística y disruptiva

A partir de ese instante, Hilma af Klint experimentó una transformación radical en su estilo de pintura y comenzó a llevar una doble vida. Por un lado, continuaba pintando paisajes y retratos para poder sobrevivir económicamente, mientras que, por otro lado, se adentraba en el fascinante mundo del arte abstracto, creando obras místicas y revolucionarias.

Entre 1906 y 1912, Hilma af Klint creó un total de 193 cuadros que conforman la serie conocida como «Las pinturas para el templo». Esta serie se convirtió en el epicentro del desarrollo de su lenguaje abstracto y marcó un hito histórico como la primera colección de obras abstractas de la humanidad.

La propia artista afirmó: «Los cuadros surgieron directamente a través de mí, sin ningún boceto preliminar y con una enorme fuerza. No tenía ni la más mínima idea de lo que supuestamente representaban las pinturas, sin embargo, trabajé de forma rápida y segura, sin modificar ni una sola pincelada».

Cuaderno de los estudios de Hilma af Klint sobre su propia obra.

En resumen, Hilma af Klint se transformó en una pionera del arte abstracto, explorando nuevos caminos creativos mientras mantenía su sustento a través de la pintura tradicional. Su serie «Las pinturas para el templo» es un testimonio de su genialidad y audacia artística.

Hilma se sumergió en el fascinante mundo literario de Rudolf Steiner, el ilustre miembro de la Sociedad Teosófica y creador de la antroposofía. Este encuentro con el genio de las palabras tuvo un impacto monumental en su manera de pensar y en su arte, dando forma a futuras series como Los cisnes y La paloma.

Después del triste deceso de su madre en el año 1920, Hilma af Klint decidió emprender un viaje hacia Suiza con un único propósito: reencontrarse con Rudolf Steiner. Allí se sumergió aún más en la Sociedad Teosófica y continuó su inmersión en los textos del maestro.

Durante esta época, el pincel de Hilma dio vida a una nueva serie dedicada a las grandes religiones que moldean nuestro mundo, así como a otra titulada Las flores y los árboles. En esta última, la artista rompió completamente con su simbología geométrica característica, tratando de captar la dimensión espiritual de la naturaleza. De esta manera, af Klint volvió su atención hacia los elementos naturales que la habían inspirado al comienzo de su carrera, pero esta vez bajo una óptica completamente distinta.

Entre los años 1922 y 1941, la artista dedicó gran parte de su tiempo a profundizar en los estudios teosóficos y a pintar bellas acuarelas. Además, emprendió la tarea de revisar y editar sus cuadernos, contando con la ayuda de su íntima amiga y, según algunas fuentes, también su compañera romántica, Anna Cassel. Durante aquellos años, af Klint concibió un audaz plan para construir «un museo que mostrara lo que hay más allá de la materia».

Aunque solo una pequeña parte de su serie de Pinturas para el templo se exhibió en la Conferencia Mundial de Ciencias Espirituales, organizada por la Sociedad Antropológica de Inglaterra en 1926.

Ella había creado una obra sin precedentes, pero sentía que la sociedad no estaba completamente preparada para apreciar su arte. En una ocasión, su amigo y mentor, Rudolf Steiner, le aconsejó esperar hasta cincuenta años después de su muerte para revelar su creación al público. Sin embargo, ella dejó registrado en su testamento que sus obras debían permanecer ocultas hasta veinte años después de su partida.

A principios de la década de 1940, Hilma af Klint se trasladó junto a su prima, Hedvig af Klint, a Djursholm-Ösby, en Estocolmo. Fue allí donde, el 21 de octubre de 1944, poco antes de cumplir los 82 años, la artista falleció tras sufrir un accidente en un tranvía.

La exhibición en el Museo Guggenheim Bilbao brinda la oportunidad de sumergirse en los logros artísticos de esta creadora excepcional, centrándose en los años en los que realizó sus mayores avances (1906–20). Fue en este período que comenzó a crear pinturas no objetivas e increíblemente imaginativas, dando vida a un cuerpo singular de obras que invita a una nueva apreciación de la modernidad y su evolución.

Hilma af Klint in her studio at Hamngatan, Stockholm, c. 1895. Found in the collection of Courtesy of Stiftelsen Hilma af Klints Verk. (© Fine Art Images/Heritage Images)
‘El cisne nº 17’, obra pintada en 1915 – Hilma af Klint (1862-1944)
Obra ‘Altarpiece nº1’, pintada en 1907.
‘Los diez grandes nº 5’, pintado en 1907.
Hilma af Klint at the Kungliga Akademien in Stockholm, 1885. Found in the collection of Courtesy of Stiftelsen Hilma af Klints Verk. (© Fine Art Images/Heritage Images)
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