Saturno, Venus y la formación de un bailarín.
Por Carolina de Pedro (Barcelona, septiembre de 2024).
Saturno. Su presencia y estructura es fundamental en el estudio de la Danza Clásica. Vinculado con la resistencia de la determinación, la obligación, la atención y la perseverancia, Saturno también está relacionado con el proceso de madurar, alcanzar la excelencia, superarse a uno mismo y realizar autocrítica.
Del mismo modo que en el ballet, Saturno despliega una elegancia y armonía en su forma, donde cada parte del cuerpo se coloca en el lugar correcto y se mueve con meticulosa precisión; limitando a la perfección cada movimiento, transformándolo en una exhibición impecable y sin par.
Su conexión con Venus añade una elegancia, gracia y belleza indispensables para toda bailarín, dotando a su pulcritud y ejecución impecable de una armonía inigualable. No solo se encuentra esta similitud entre el ballet y Saturno en la apariencia visual, sino también en su proceso de gestación.
Al igual que los bailarines invierten incontables años y horas de entrenamiento y práctica para pulir su arte, Saturno ha dedicado millones de años a la formación y evolución de su estructura. Ambos son testimonios de la dedicación y pasión requeridas para alcanzar la excelencia en sus respectivas disciplinas. Saturno, como el maestro en el arte de crecer internamente, carga también con la responsabilidad de sostener la formación de la carrera de un bailarín de ballet clásico hasta alcanzar su plenitud: un trayecto de 8 a 10 años llenos de significado en la vida de alguien.
La danza clásica comienza a ser estudiada desde la infancia, usualmente entre los 6 y 7 años, y culmina con una formación profesional completa tras casi una década dedicada a este arte exquisito. Ambos son testamentos de la dedicación, abnegación, el sacrificio y la pasión, que se requieren para alcanzar la excelencia en su respectivo campo. De esta manera, la danza clásica y Saturno se corresponden en una conexión única, donde la belleza y la disciplina se unen dando el mejor de los resultados: la excelencia.
Así se desvela ante nuestros ojos que Saturno no se conforma únicamente con ser un mero espectador de la danza, sino que encarna la esencia misma de la madurez interna de cada ser humano, portando consigo la enorme responsabilidad de forjar una carrera artística que trascienda en el tiempo.
De esta manera, Saturno se convierte en el fiel consejero de cada bailarín, guiándolo en su andar hacia la perfección y aportándole la disciplina necesaria para alcanzar metas inalcanzables. Todos estamos familiarizados con el cíclico y recurrente tiempo de Saturno, ese planeta que personifica nuestras transformaciones internas y visibles más importantes. De este ciclo nace un evento trascendental que ocurre cada 7 años: la compleja interacción entre este dios errante y nuestro propio Saturno natal.
Para alcanzar la magia de la conexión con uno mismo, Saturno danza con suavidad alrededor del Sol durante aproximadamente 29 años. Este temido planeta lleva consigo un ciclo lento y sereno, tejiendo conexiones planetarias cada siete años. Durante estos intervalos, se forjan eventos que dejan una huella imborrable en nuestras vidas.
Ingresar a la escuela primaria a los siete años, atravesar la compleja adolescencia a los catorce; el número siete resuena en el distintivo ritmo de Saturno, otorgándonos un poderoso ritmo en el baile de nuestras vidas.
En el exigente mundo del ballet clásico, la semilla de un bailarín profesional florece entre los 6 y 7 años de edad, creciendo con gracia y perfección hasta alcanzar su pleno esplendor en los deslumbrantes 14 y 15 años.
Los capricornio, hijos de Saturno, dedican su tiempo para aprender con maestría la danza, perfeccionando cada técnica. Su estilo es sofisticado pero controlado, con una intensidad que yace en su interior. Los capricornio aportan estructura y precisión incluso a los movimientos más libres de la danza. Algunos rasgos astrológicos se adhieren perfectamente a este arte.
Es por eso que Saturno, el patriarca celestial, ese mentor implacable pero sabio que nos guía hacia el valor de la disciplina y el arduo trabajo, desempeña un papel fundamental en la forja de un bailarín. Este poderoso progenitor astral tiene el potencial de abarcar diversos aspectos de nuestra existencia, alentando el crecimiento personal y allanando el camino hacia una metamorfosis profunda.
Desde una perspectiva artística, es un factor de gran relevancia y que merece ser tomado en cuenta.
Marte y Venus y su contribución a la danza
Marte encarna la fuerza y la vitalidad del cuerpo, el movimiento en todas sus formas y la energía pura que nos impulsa. Es el motor de la acción, el deseo sexual masculino, la agresión y la competencia atlética. Como gobernante del cuerpo, Marte ejerce su poder sobre las actividades físicas como el deporte, el baile y el trabajo físico.
Marte nos inspira a tomar iniciativa y ser personas de acción, evitando la indecisión y la contemplación excesiva. Se identifica tanto con el bailarín como todas aquellas profesiones que requieren un uso primordial del cuerpo. No obstante, Marte, el planeta rojo, también puede ser vinculado con la rudeza y actitudes ásperas. Sin embargo, el arte del baile se eleva como una forma de expresión personal y un bálsamo que alivia y libera el estrés y la agresividad en una explosión de movimientos.
Marte, junto con el enérgico signo zodiacal Aries y su casa asociada, la primera casa, desempeñan un papel crucial cuando se trata de determinar si alguien tiene el potencial de convertirse en un virtuoso bailarín. Su posición en la carta natal nos revela qué tipo de bailarín podría ser esa persona.
Marte junto a Saturno, pueden brindar la energía necesaria para enfrentar los desafíos tanto físicos como mentales en la formación de un bailarín. En el ballet clásico, y por lo general en la danza en general, la flexibilidad es fundamental, y sólo puede ser alcanzada a través de un arduo entrenamiento. De hecho, se puede decir que Neptuno y Marte serán los responsables de estas cualidades.
Los aspectos de Marte en Piscis, especialmente cuando está bien as-pectado con Neptuno, son una sombra altamente positiva y estéticamente brillante. Además, un aspecto positivo entre Marte, Mercurio y Neptuno agrega una chispa mentalmente estimulante para bailar.
Otro de los patrones astrológicos más comunes que encontramos en las cartas de bailarines famosos es la fuerte influencia de Venus. Las personas bendecidas con Venus tienen el don de cautivar con suaves movimientos que maravillan, pues Venus personifica la belleza, la gracia y la elegancia, mientras que Marte despliega una potente presencia y fuerza corporal.
Venus concede el don de cautivar, seducir y deleitar con su danza armoniosa, pues representa la esencia de la hermosura, la gracia y la sofisticación. Es perfecta para la danza, sin importar si es ejecutada por hombres o mujeres.
Los encantos de Venus impregnan una trayectoria profesional enaltecida por aplausos y reconocimientos, especialmente si Venus se encuentra en una posición prominente, armoniosamente as-pectada en el Ascendente o en el Medio Cielo, o incluso en conjunción con este último.
Además, si el Sol se ubica en signos gobernados por Venus o donde Venus se encuentra exaltada, o si se sitúa en el Medio Cielo y en la quinta casa, se intensificará aún más el éxito de esta carrera artística.
Mercurio, Virgo y Géminis y la Tercera Casa
Son los encargados de la magia que fluye a través de nuestras manos y brazos, despertando nuestra expresividad y permitiéndonos contar historias con cada movimiento. Es importante tener en cuenta las posiciones de Mercurio (personifica las manos y los brazos), Géminis y el signo de Virgo, junto con la tercera casa, ya que estas describirán con mayor precisión nuestros gestos y brazos mientras bailamos.
Es sabido que en la danza los brazos expresan y comunican, al igual que las manos hablan.
Cuando Mercurio se encuentra en Géminis, nuestras manos y brazos adquieren una elegante agilidad y versatilidad, convirtiéndose en instrumentos de comunicación fluida, dibujando líneas sutiles y expresando ideas a través del lenguaje de la danza. Ideales para la danza española o el baile flamenco.
Si Mercurio toma contacto con el perfeccionista signo de Virgo, nuestros brazos se ven imbuidos con una precisión meticulosa. Los movimientos se vuelven nítidos y definidos, revelando una atención a cada detalle ideal para transmitir un mensaje muy específico, fusionando la danza con la lógica y la organización. Tal es el casi de la Danza Kathak, la danza de la India, donde los bailarines se expresan haciendo gestos con las manos (Mudra).
En cuanto a la tercera casa, que representa la comunicación y los intercambios, su influencia potencia nuestros gestos, permitiéndonos conectarnos con el público y transmitir emociones con mayor intensidad.
Cuando Mercurio y la casa tercera se unen en armonía, nuestras coreografías cobran vida con una fluidez comunicativa que cautiva y emociona a quienes tienen el privilegio de presenciarlas. Este un aspecto ideal para los bailarines que tiran de ellos para crear expresiones faciales y gestos elegantes que dan vida a la música y la danza, como la danza clásica de la India.
En esta maravillosa clase de danza, las miradas se convierten en potencial comunicador y los movimientos de la cara son cautivan-tes arreglos coreográficos. El cuerpo se convierte en un arte que transmite diálogos divinos, mientras que los pies danzan al ritmo de la música.
Ira, sorpresa, felicidad, dolor, devoción, confusión… a través de un abanico de expresiones faciales y gestos de manos, el bailarín interpreta una melodía y crea una poesía cinética en movimiento, evocando sentimientos en el público para provocar una experiencia emocional intensa.
La comunicación no verbal se convierte en el mensajero elegido por los dioses del arte.
1 – La danza y la astrología. Por Carolina de Pedro . 1era parte
2 – La danza y la astrología. Por Carolina de Pedro Pascual. 3era y última parte